por Luis Rodriguez Cuadra – CE5LRC

La Cruz de Mayo ha sido una tradición popular arraigada durante generaciones, especialmente en los campos y ciudades de la zona sur del país (principalmente la región de la Araucanía y de Los Ríos). Se conmemora en la noche del 2 de mayo, víspera de la fecha en que, durante siglos, se celebró la Festividad Litúrgica de la Santa Cruz, rememorando el hallazgo en ese día del Sagrado Madero por la Emperatriz santa Helena.

Se trata de una de las fiestas religiosas populares de origen más antiguo en Chile. Ella remonta a los tiempos mismos de la Conquista. Los misioneros apenas manejaban el idioma de los pueblos originarios a quienes venían a evangelizar; para hacerse entender, necesitaron servirse de signos externos que reforzaran su enseñanza. Era primordial inculcar la idea de Dios unida al misterio de la redención y a la verdad de la recompensa después de esta vida. Los símbolos suelen ser más elocuentes que las palabras, llegando directamente a los corazones. Los evangelizadores recurrían entonces a ese símbolo máximo de la Redención que es la Cruz, la cual colocaban en alguna colina o lugar visible, cerca de donde realizaban sus misiones.

Alrededor de ella se reunían en el mes de mayo, desde esos primeros tiempos, cofradías dedicadas al culto de la Santa Cruz de Cristo, acudían hermandades de bailes chinos a danzar en su homenaje o dirigían oraciones los fiscales, auxiliares laicos nombrados por los misioneros en los pueblos evangelizados para mantener allí las prácticas religiosas y la sanidad de la doctrina.

Posteriormente, esas cruces — objeto de gran veneración en los campos — comenzaron a ser arregladas con flores y variados adornos. Cruces así engalanadas, pasaron entonces a ser conducidas por los pueblos, en procesión, el día 2 de mayo. En las casas se honraba la cruz con el rezo del rosario, las letanías y el canto a lo divino; luego se festejaba con mistelas y “gloriao”.

La hermosa costumbre popular atravesó los siglos y llegó hasta nuestros días. De modo que, no hace mucho, era común todavía en nuestros campos y ciudades, dedicarse la tarde de ese día a adornar la cruz con flores y a fabricar farolitas en que se encendían velas para los acompañantes. Llegada la noche, grupos familiares, de amigos, vecinos o parroquiales salían cantando y visitando casa por casa para recolectar una limosna, comúnmente en especies, la cual era distribuida después a algún asilo u hospital.

Mientras recorría las residencias el grupo entonaba:

“Aquí anda la Santa Cruz
visitando a sus devotos,
con un cabito de vela
y un cantarito de mosto.
“Si lo tiene no lo niegue
que no le hará ningún daño
por regalarle una limosna
a la Santa Cruz de Mayo.”

Si en la casa entregaban una ofrenda, el canto se concluía de esta manera:

“Muchas gracias Señorita (caballero si es varón)
por la limosna que ha dado
pasaron las Tres Marías
por el camino sagrado
Viva la Cruz de Mayo !!!!
Viva!!!! ( responden todos)

Si por el contrario no les abrían la puerta:

“Esta es la casa de los pinos
donde viven los mezquinos
esta es la casa de los tachos
donde viven los borrachos.”

Esta antiquísima tradición de nuestro catolicismo popular se mantuvo viva hasta la década de los 70. Y desde hace algunos años, ella viene siendo retomada en diversas comunas del sur de Chile. Canciones y trajes, velas y faroles vuelven a decoran el exterior; y en el interior, el regocijo se expande cuando la Cruz, entretejida de flores y cintas, inicia a su viaje en procesión por las calles. Mientras la Cruz avanza, las puertas de los hogares se van abriendo. Muchos donan alimentos que luego serán repartidos a las familias más necesitadas del área parroquial.